
¿CUANDO LLEGA PAPÁ NOEL?
I
Yesenia se había acostado tarde por que los adultos la dejaron jugar con sus amigos todo el tiempo que quiso, los vio siempre más alerta de sus conversaciones que de lo que hacían los niños. Después de la fabulosa cena donde había estado su padre como invitado, su madre y sus amigos le habían dicho que esa noche vendría el niño Dios y papá Noel con muchos regalos. Eso explicaba porqué le compraron los zapatos que pidiera y la habían vestido con traje nuevo y muy elegante, como siempre que era una fecha especial. Había sido así todos los seis años de su edad.
Pretendió esperar a los visitantes, para conocerlos y dialogar con ellos de frente, tenía muchas cosas que decirles, que pedirles, ¿acaso vendrían los dos?. Pensó que era bien grande la responsabilidad de entregar a todos los niños del mundo los hermosos regalos que recibían cada fin de año y sobretodo si eran tan exigentes como ella y sus amigos.
En el centro comercial varias veces la había cargado ese señor barrigón de vestido rojo, pero nunca le había hablado mas allá de un burdo jo...jo...jo... y mucho menos lo había visto en su casa.
En todo caso su principal intriga era el niño, desde que recordaba, su nana la acompañaba cada noche antes de dormir para hablarle en silencio, se encomendaba a personas que nunca había visto, a su ángel de la guarda y a su ya querido niño Dios, al fin y al cabo si era un niño querría jugar con ella, siempre un niño era muy distinto a un adulto.
Pero después de varias horas la rindió el cansancio y el sueño y se durmió extrañando mucho no poder tenderse en las piernas de la nana como acostumbraba todas las noches.
Temprano por la mañana de ese hermoso veinte y cinco de Diciembre, se movió dormida, el frío aire que desprendía el ventilador la hizo procurarse la cobija, llegó al borde de la cama y enredo sus brazos en el mosquitero que la protegía.
Se despertó cuando buscaba liberarse y sintió haber tocado algo sólido, de inmediato se sentó, buscó y en la oscuridad encontró el objeto extraño. Recorrió con sus manos la caja de cartón y plástico, emocionada acercó sus manos para abrir la ventana de madera y permitir la entrada de los primeros rayos del día y fue entonces cuando descubrió en sus manos la bella muñequita que había visto recientemente en las propagandas de televisión.
La cara de llanto de la niña se transformó en sonrisa al sentir la presencia de la madre, quien la tomó en sus brazos, tomó también la muñeca de figura con medidas que se promocionaban como perfectas y las llevó hasta la sala, allí mostró a la niña una caja grande que contenía la casita con accesorios completos en donde habitaría la muñeca y podría simular cada escenario de la casa. La ayudó a abrirla y le mostró el regalo de navidad que le había traído Papá Noel.
II
Los primeros rayos de sol entraban ya por la única puerta de la única habitación donde dormían Carlos y sus hermanos. El niño de seis años, hijo mayor de la familia, se dispuso a levantarse; miró a su madre batiendo chocolate en la olla de peltre, el mismo recipiente que servía para hervir los teteros de su hermana recién nacida. Le dio los buenos días, ella lo miró, entonces Carlos notó su cara de tristeza y la forma disimulada como secó las lagrimas para que no viera su llanto.
El niño se dirigió al escueto patio donde quedaba el baño, orinó interminablemente en el inodoro roto y sintió un extraordinario alivio en su cuerpo. Buscó su cepillo de dientes, cuyas cerdas lucían aplastadas, y se dio cuenta que no había crema dental; entró de nuevo al cuarto para tomar el tarro con sal, untó en su cepillo y lavó su boca. Se bañó sin prisa y encontró sobre el oxidado zinc que hacía de puerta, la ropa que habría de ponerse.
En la radio del vecino escuchó la hora, ya se había hecho tarde para la compra que debía hacer y su madre no lo dejaría marchar sin desayuno. Salió a la calle del barrio de invasión y se sorprendió al ver a algunos niños jugando, caminó rápido por la ruta de siempre y al cruzar al otro barrio vio de nuevo a muchos niños con sus juguetes nuevos, juguetes de todos los colores.
Llegó a la dulcería y pidió la bolsa de caramelos que luego ofrecería en los buses que recorrían la ciudad. Así lo hacía desde más de un año, cuando el padre quedó sin empleo y así continuó cuando éste se fue de casa. Trabajaba para ayudar a su madre a comprar comida a sus hermanos. Ya no le daba tiempo de ir a la escuela y por falta de dinero tampoco iban sus hermanos.
En la calle había aprendido muchas cosas, los muchachos mayores que también vendían, siempre pretendían montársela, tuvo siempre que demostrar que no les temía, ser agresivo, usar armas. Se convirtió en experto en hacer sentir compasión a los adultos, aprendió a mentir sin inmutarse. Contaba las monedas y hacía sumas y restas con una habilidad que muchos adultos envidiaban. De ello dependían las ganancias, por ello sobrevivía.
Le habían ofrecido fumar de variados cigarros, quedarse a dormir en las calles, utilizar el dinero para otras cosas, de hecho era lo que frecuentemente hacían sus compañeros. Pero Carlos estaba muy atento a las advertencias de su madre, la persona que más lo quería, que lo protegía y por quién él daría todo para no verla llorar ni disimular el llanto.
Su padre trabajaba albañilería, plomería y otras cosas según la ocasión, tomaba mucho y siempre andaba borracho, frecuentemente estaba riñiendo y golpeando a su madre, por lo que se había marchado de la casa. Ahora su madre lavaba ropa ajena y contaba con él para el sustento de sus hermanos menores.
El bus llegó a la parada y frenó lentamente, Carlos subió de último y sonrió al chofer como solicitud explícita para que le permitiera trabajar en el vehículo, subió tras la aceptación también explícita al no ser rechazado, recorrió con la mirada las bancas y los pocos pasajeros a quienes entregó dulces, al final vio a la señora rubia que lo tomó del brazo y le preguntó:
- Nene, ¿Por qué no estás jugando con tus amigos?, ¿Qué te trajo anoche Papá Noel? -.